Ahora que por fin han bajado un poco las temperaturas, es hora de cumplir la tradición de comprar a las castañeras urbanas esos cucuruchos de castañas que te calientan las manos y te endulzan la vida, recordándote las sensaciones de la infancia.
Pero la verdad, nada es lo que era. Ayer pasaba por delante de uno de esos quioscos que durante muchos años por estas fechas se ha puesto siempre en la misma calle y algo dentro de mí me empujó a acercarme.
Me despacha una castañera vestida de gris y negro con pañuelo en la cabeza pero ¡es un chico disfrazado! Esto parece Navidad con Santa en todos los centros comerciales.
Bueno, al pedir una docena de castañas, mi segundo choque contra la tradición: No, ahora van a peso, lo mínimo es 150gr por un euro y a mí me han entrado 7 castañas. El cucurucho no es de periódico sino de papel de estraza, pero eso ya me da igual.
Como tengo muchas ganas de seguir disfrutando de mi inicio del otoño , sigo mi camino saboreando mis siete castañas y recordando
Otoño y castañas... parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo (ya he leído esta mañana cuatro post sobre el mismo tema). ¿Las hueles?
Saludos!!