Después de 25 años con ellas no hay manera de que supere su abandono. El poder llevarlas tan sólo cinco horas puestas el fin de semana no es mi idea de la relación perfecta.
Hace unos días me decidí a hablar con mi contactóloga sin llorar y presentarme voluntaria para probar cualquier cosa que me permita volver a llevar lentillas.
Hoy he empezado la prueba con unas nuevas lentes que en teoría son de última generación y años luz de distancia las separan en cuanto a confortabilidad a mis viejas lentillas.
Bueno, la realidad es que no es para tanto. De momento hace 9 horas que las llevo y noto cierta arenilla en mis ojos y cuando parpadeo las arrastro un poquito. Veremos esta tarde cuando vaya a evaluarlas como está la cosa.
No quiero tener grandes esperanzas puestas en ellas por si tengo que volver a mis viejas lentes.
¡Ya digo yo que febrero no es un mes muy positivo!