Ese elemento común en nuestra civilización, que nos permite estar comunicados o no con el resto del mundo.
Pues hoy estoy ya un poco harta de ellas. Tengo una enfrente de mí que debería estar siempre cerrada por seguridad y para comodidad del personal, pero mi querida Dalanyo la está dejando, desde las 8 de la mañana hasta las 15:30 en que por fín se ha ido, abierta de par en par.
Como yo no soy ninguna santa, le he pegado varios bufidos (sobre todo cuando había gente delante) pero me parece que no ha captado la indirecta, o continúa con su plan de inducirme al suicidio.
La otra maldita puerta está a mi izquierda y tiene un sistema de control de entrada con targeta que sólo debería estar en marcha cuando no hay nadie dentro de la oficina (caso que no se ha dado hoy), pero mira por donde mi jefe quiere probar su funcionamiento y me está mareando con el piiiip de la targeta al ser validada por el lector, el prprprp de abrirse la puerta y la corriente de aire tan maja que se genera cada vez que lo hace.
Pero con esta guasa mía tan mía, y después de dos copas de cava de la comida y la triple ración de bombones con la que he sido obsequiada, he decidido que voy a escribir este ratito y así me relajo, concentrándome en otras cosas y olvidando estas neuras que no conducen a ningún sitio.
Escrito por Marta Gonzàlez a las 30 de Noviembre 2004 a las 04:15 PM